Repsol gasta un millón de euros al día en el alquiler de un buque único cuya tarea es localizar crudo en el mar profundo de Brasil. Éste es el relato de la vida a bordo 07.12.09 - 00:27 -
JULIÁN MÉNDEZ/ La Verdad
Encontrar petróleo es como hacer magia. Y como cada día es más difícil dar con un buen pozo en tierra, los magos de la industria petrolera han puesto sus ojos en el océano. En el fondo del mar.
A siete kilómetros de profundidad y a 300 kilómetros de las costas de Brasil, se encuentran algunos de los mayores yacimientos de esta materia oleosa y parda que permite que el mundo funcione tal y como lo conocemos. Para localizarlos, Repsol ha contratado por cuatro años un barco único, el 'Stena DrillMax I', una embarcación de 228 metros de eslora y 42 de manga, valorado en 500 millones de euros, construido en 2007 en los astilleros coreanos de Geoje para Samsung y que es propiedad de la familia Olsson. Suecos.
Este flamante cazador de petróleo es capaz de perforar hasta a 10 kilómetros de profundidad (y casi otros tantos en horizontal, por debajo del lecho marino) hasta dar con los yacimientos, formados hace unos 120 millones de años tras un caprichoso juego geológico que ha transformado el plancton y las algas prehistóricas en oro negro.
La petrolera española paga un millón de euros al día por el alquiler del 'Stena' y por los sueldos de los dos centenares de personas de 20 nacionalidades distintas que trabajan a bordo. Alguno de estos especialistas en geología e ingeniería, auténticos «mercenarios del petróleo», cobra 2.000 dólares por día. Minucias si se compara con la riqueza que alberga esta cuenca de Campos.
Algunas estimaciones, como las de la Agencia Nacional del Petróleo de Brasil, apuntan que, aquí, bajo kilómetros de agua, rocas y sal se encuentran reservas equivalentes a 33.000 millones de barriles de petróleo. El mundo consume cada día 86 millones de esos barriles: 13.674 millones de litros diarios. Esta semana el barril cotizaba a 78 dólares, así que hagan cuentas... En esta pequeña porción del mundo habría petróleo para mover el mundo durante cerca de 400 días. Una fortuna capaz de disparar la cotización de Repsol cada vez que anuncia un descubrimiento. Y están en racha.
Lo habitual, aseguran en la compañía, es «no acertar 8 de cada 10 veces» que exploran una concesión (bloque, en el negocio del crudo). Sin embargo, en los dos últimos años, han hecho pleno. «Hemos hallado petróleo la mitad de las veces. Jugamos a cara o cruz, algo que era imposible en esta industria», dice Javier Moro, director de Exploración y Producción de Repsol en Brasil. Gran parte de ese éxito descansa sobre los trabajos previos de prospección: barcos equipados con equipos de resonancia magnética que son capaces de 'radiografiar' el fondo marino. Luego, los geólogos interpretan esos datos en 3D, tratan de reconstruir la historia de lo que pasó hace 120 millones de años, y eligen el punto exacto donde creen que puede descansar el petróleo.
La misión del 'Stena DrillMax I' es confirmar las hipótesis de los geólogos y cazar petróleo.
El viaje hacia el gigante comienza en el aeropuerto Santos-Dumont, una minúscula península tendida sobre la bahía de Río de Janeiro. El helicóptero, un 'AgustaWestland 139' rojo, se eleva entre las moles del Corcovado y del Pan de Azúcar, sobrevuela las playas de Copacabana e Ipanema, el estadio de Maracaná y las favelas que se precipitan en cascada sobre la bullente metrópoli brasileña hasta poner proa hacia mar abierto. A la izquierda, a lo largo de 30 kilómetros casi infinitos, se despliega la playa de Saquarema, de aguas esmeraldas.
Luis Flamarion es el rescatador. Este antiguo buzo de combate de la Armada brasileña, enteco y de ojos verdes, nos instruye sobre las medidas de seguridad, sobre qué hacer si nos precipitamos al agua de cabeza. Glubs.
Las dos turbinas rugen y el ruido se cuela en el cerebro, pese a los tapones y los cascos protectores. Volamos a 250 kilómetros por hora, sobre la lámina azul del mar. Vemos pesqueros, plataformas petroleras, dos grupos de ballenas yubartas...
Tras hora y media de plácida navegación, asoma en el horizonte la mole amarilla y azul del buque, como una gigantesca factoría. El piloto da un par de vueltas para que observemos al detalle los tres barcos de apoyo, las dos gigantescas torres de perforación que se elevan un centenar de metros sobre la cubierta, las seis enormes grúas, el área de habilitación donde duermen y trabajan los empleados del 'Stena DrillMax I'...
El helipuerto está en proa. Una sonriente chica de rasgos orientales, con casco y envuelta en un traje ignífugo amarillo, apunta su cañón de agua hacia el aparato mientras tomamos tierra. Luego veremos que ésta es sólo una más en la larga lista de tareas que buscan garantizar la seguridad en este buque sonda.
Nada más posarnos sobre la pista, cubierta por una red de abordaje, cinco filipinos se aprestan a recoger los equipajes. Todos usan buzo rojo (el uniforme de los petroleros) con su nombre escrito a la espalda con rotulador y botas de cuero con gruesas suelas de goma. Los cinco marchan con una cadencia casi militar.
El sol se derrama sobre las planchas metálicas de cubierta. El calor es agobiante. Nos conducen a la sala de recepción. Chequean nuestros nombres.
Sólo hay siete mujeres a bordo. Una de ellas, una médico sudafricana, nos da la bienvenida. Otra trabaja con el robot submarino, hay varias filipinas entre la marinería. A bordo, advierten en el minuto uno, está prohibido el alcohol.
-«Si te pillan algo en tu equipaje, no duras ni un segundo en el barco», asegura un veterano.
Con las drogas, sucede otro tanto.
En julio de 1988 la plataforma 'Piper Alpha' reventó en el Mar del Norte y acabó con las vidas de 167 hombres. Desde entonces, la seguridad es el primer mandamiento entre los petroleros.
La tragedia de la 'Piper Alpha' descubrió que los hombres no descansaban lo suficiente y que llevaban años sin realizar simulacros de seguridad. En el 'Stena DrillMax I' se hace un simulacro de evacuación cada semana. Hay sensores por todas partes (no pueden hacerse fotos con flash), recordatorios perpetuos sobre las normas a seguir y las lanchas salvavidas parecen torpedos gigantes dispuestos a zambullirse en la mar.
El minuto, 5.000 dólares
Los trabajadores pasan 14 días en este barco sonda y otros 14 en tierra. También hay grupos de especialistas que realizan estancias de 28 días a bordo. Aquí se trabaja en turnos de 12 horas, siete días a la semana, 365 días al año. No existe el día ni la noche. Las tareas de perforación no cesan nunca. Cada minuto de trabajo de las brocas tricónicas de tungsteno o diamante cuesta 5.000 euros.
Nos recibe Ade Beevers, el capitán del buque. A su lado, Barry Reville, el segundo. Son dos tiarrones, dos tipos duros de ojos azules, socarrones y sobrios, dos clásicos en este negocio que se rige con una jerga propia: a la cabina de perforación le llaman la caseta del perro; cocina es el lugar donde se forma el crudo antes de migrar hacia las bolsas; árbol de Navidad es el mecanismo gigante que cierra un pozo... Aquí todo se mide en pulgadas, libras, pies y galones. Otro universo.
El cordón umbilical con un mundo algo más próximo lo proporciona un geólogo de Repsol nacido en Vitoria, jugador de rugby, 'windsurfero' y enamorado del Cabo de Gata. Se llama Lorenzo Villalobos y usa, como la mayoría cuando se despoja del sobretodo, bermudas y zapatillas de deporte. Con Villalobos, y vestidos ya con botas, mono y casco, subimos hasta el puente de mando del buque. «Los accidentes aquí son trágicos. Un 'blow up' (afloración de gas o petróleo) que venga te puede mandar por los aires», advierte.
El ambiente es aséptico.
Consolas y más consolas, pantallas y más pantallas, suelos grises y relucientes... No hay rueda ni timón. Tampoco se oye el zumbido de la máquina. El buque se maneja como la consola de un videojuego.
¿Pero cómo se hace para que el barco esté siempre en el mismo punto? Bartok Krukowsky nos habla de cómo un grupo de hélices laterales, colocadas a lo largo del casco, permiten mantener al buque en posición guiado por un complejo sistema GPS. Krukowsky presume de que en la última semana, el 'Stena DrillMax I' apenas se ha desplazado un pie (30 centímetros) en su posición en el bloque BM-C-33 de la cuenca de Campos. A esta zona, los geólogos, gente de humor, la han bautizado Seat. Hay campos que se llaman Vampira, Panorámix, Malbec... El buque sonda permanece anclado en su posición como un clavo gigante en mitad del océano.
El buque está preparado para soportar temporales y para seguir operando incluso con olas de hasta 10 metros. «En tierra este negocio del petróleo lo sabe hacer ya todo el mundo. En el mar, que es el futuro, no», alertaba estos días Antoni Bufrau, el presidente de Repsol. Pero hay que gastarse dinero. Muchísimo dinero.
En el puente de mando apenas se ven elementos náuticos tradicionales. A lo más, un barómetro de bronce 'Schartz' y el clásico cuaderno de bitácora. Bueno, y el velero de tres mástiles que lleva tatuado en su antebrazo izquierdo Jan Assen, irlandés, encargado de la posición GPS. «También tenemos un sextante. Pero sólo lo usamos en las prácticas», sonríe Bartok Krukowsky como si hablara de la Edad Media.
Los carteles lo recuerdan a cada paso, como en las acerías y en las industrias químicas. Un día perfecto en este ingenio es aquel en que hay 0 incidentes, 0 heridos, 0 colisiones y 0 derrames. El buque es limpio: nada se arroja al mar. Y la seguridad es la ley. A tal extremo que, en los aseos, quien orina puede comparar el color de su micción con una tabla de ocho colores. Para saber si estás bien hidratado o no...
Aquí el agua es muy azul. Se ven nadar bonitos y peces majimajis. Al caminar por cubierta uno no puede salirse de unas líneas amarillas de seguridad y debe caminar siempre agarrado a una barandilla. Villalobos explica que el fondo del mar está a 2.670 metros y que los equipos han excavado ya dos kilómetros bajo el lecho. «Llegaremos a los 6.650 metros. Nos quedan 90 días». Y si ese día no pinchan en hueso... ¡¡¡Bingo!!! Petróleo. Habrá fiesta en el 'Stena', pero no se brindará con champán.
«Los precios elevados del petróleo hacen hoy en día atractivas algunas acumulaciones no convencionales de hidrocarburos, con diferencia, las mayores reservas del planeta, pero de difícil y costosa extracción», apunta Marcos Mozetic, director ejecutivo de Exploración Upstream. De confirmarse los pronósticos, esta zona podría estar en producción en 2013. Y aunque poner en marcha un área de extracción requiere una inversión de cientos de millones de euros, la industria petrolera sólo 'recupera' entre un 10% y un 30% del crudo que localiza.
Buffet de 4 estrellas
Pisamos viejos felpudos hundidos por las botas de trabajo, nos cruzamos con una cuadrilla de petroleros de película que acude a hacer un relevo con sus buzos percudidos de grasa y con grupos de filipinos, las cabezas envueltas en pañuelos de colores, que llegan desde el área donde se inyecta al subsuelo el lodo de perforación, un diésel sintético a presión que permite sustentar el pozo.
Nos llevan al comedor, con un buffet como el de un hotel de 4 estrellas (eso sí, de gustos muy británicos, con muchas salsas y vajilla de Sri Lanka), visitamos los camarotes (dobles, con aseo), el gimnasio, la sala de juegos e Internet y el habitáculo umbrío de los fumadores.
-«¿Distracciones? Pocas. Libros, el gimnasio, el 'iPod'... Internet te permite hacerte a la idea de que formas parte del mundo, de que no vives tan aislado. Para caminar tenemos el helipuerto», sonríe Villalobos.
El helicóptero abandona el buque. De reojo vemos a cuatro petroleros en bañador, tomando el sol en unas tumbonas, junto al helipuerto. Como si esto fuera Las Negras. Pero con las botas puestas.